Descubre las creencias del gaucho sobre el basilisco, el gualicho y el diablo
El Basilisco
El basilisco -según la credulidad popular- era un ser fantástico: una viborilla con un solo ojo para unos y para otros una especie de lagarto pequeño.
Se afirmaba que nacía de un huevo especial, más chico que los comunes, sin yema y a veces sin cáscara, que suelen poner las gallinas viejas; y se agregaba que si un ser humano lograba ver al basilisco en el momento de nacer -sin que éste lo viese a él primero- entonces, el basilisco perdía su poder maléfico y moría instantáneamente.
De lo contrario, se escondía en un lugar de la casa y, desde allí, mediante su mirada de gran intensidad, producía “el daño” o maleficio consistente en enfermedades indefinidas que llegaban hasta causar la muerte, si no se lograba a tiempo un conjuro efectivo que anulara su influencia.
La imaginación asignaba al basilisco un aspecto horrible y de ahí que se diga “tiene cara de basilisco”, refiriéndose a una persona de suma fealdad, y también “ojos de basilisco”, en los casos de miradas de particular fijeza.
Gualicho
Gualicho o gualichu era el genio del mal -el diablo- para los indios pampas. Del mismo modo, el gaucho llamó “gualicho” al “daño” o brujería que, según sus creencias, podía hacerse a las personas, ya por medio de “bebedizos” -infusiones especialmente preparadas- o por otro arte de encantamiento cualquiera.
El “gualicho” podía servir tanto para el amor como para el odio.
En otros casos, el “gualicho” era una especie de talismán espiritual y su poseedor salía bien en todo lo que emprendiese y escapaba de todos los peligros, porque a él no podían alcanzarlo los males que alcanzaban a los demás.
El Malo
A los clásicos nombres de Satanás, Lucifer, Belcebú y Luzbel dados al diablo, el pampeano prefirió el “Gualicho” indio y los de “Demonio”, “Malo” y “Mandinga”, estos tres últimos con preferencia a todo otro.
Compilado por Carlos Avilas del libro
“Voces y Costumbres del Campo Argentino”, de Pedro Inchauspe, publicado en 1949. ¤