Editorial • Julio 2024

Entre los constantes vaivenes de la economía, la falta de trabajo, la inseguridad que no cesa, la pérdida de valores culturales (de Mercedes Sosa, Astor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta y Charlie García a los Duki, L-Gante, Nicki Nicole y Bizarrap de hoy hay un precipicio del que alguna vez deberemos hablar aquí), entre todos esos vaivenes, decíamos, hay un aspecto de la vida argentina que se mantiene intacto.

Uno que se juega con una número cinco sobre pasto, asfalto o baldosas, o se sufre desde los “tablones” o detrás de un televisor.
Luego de hacerse con su tercera Copa Mundial a finales del 2022 en Catar, la Selección Argentina de fútbol sigue creando expectativas de cara a la Copa América 2024 que al momento de escribir estas líneas acababa de comenzar.
La historia del fútbol argentino está llena de éxitos y jugadores icónicos, entre los que se destacan los tres monstruos que nos llevaron a levantar cada una de las tres copas mundiales: Mario Kempes, Diego Maradona y Lionel Messi, este último aún en actividad y capitán de la Selección actual. Este legado proyecta una larga sombra sobre cada torneo, incluida la Copa América. Argentina tiene que ganar porque siempre es candidato. Y ahí va la esperanza de un pueblo que al menos por unos días se distrae de las miserias de la política y las preocupaciones de la vida diaria.
En lo que a fútbol se refiere, las expectativas para Argentina son invariablemente altas, y en este torneo, que se disputa aquí en Estados Unidos, lo que el pueblo futbolero espera es que el equipo traiga a casa otra copa. La plantilla cuenta con un talento que tiene pocas comparaciones a nivel continental. Con una mezcla de veteranos experimentados como Messi, Ángel Di María y Nicolás Otamendi y jugadores jóvenes prometedores, como Alejandro Garnacho y Valentín Carboni, la Selección genera optimismo de que esta Copa América podría marcar un nuevo capítulo triunfante en su rica historia.
Por supuesto que las grandes expectativas conllevan el espectro de una posible decepción (y ya estamos escuchando a más de un lector de El Suplemento murmurando en tono de maldición “¡la boca se ti haga a un la’o!”). Pero es innegable que la presión para cumplir puede pesar mucho sobre los jugadores y el cuerpo técnico. Por otra parte, la imprevisibilidad del fútbol significa que incluso los equipos más talentosos pueden fallar. Argentina y los argentinos nos hemos acostumbrado a los triunfos, y debemos estar preparados para que algún día a la Scalonetta se le pinche una rueda o se le funda el motor.
Todo esto puede sonar demasiado melodramático para un ciudadano de cualquier otra parte del mundo; pero en lo que respecta a la Selección Argentina, el fracaso en cualquier competencia tiene un efecto emocionalmente devastador para millones de compatriotas. Comprender la importancia de nuestra selección de fútbol es comprender el tejido cultural de nuestra nación misma. El fútbol trasciende el mero deporte; es una profunda expresión de identidad y orgullo nacional. Desde las calles de Buenos Aires hasta los pueblos rurales más pequeños, la pasión por el juego nos une a argentinos de todos los orígenes.
Es que, como dijimos, la importancia cultural del deporte está entrelazada con factores históricos y sociales. El éxito futbolístico de Argentina a menudo ha proporcionado una sensación de alegría y unidad colectiva, capaz de trascender momentáneamente las dificultades económicas y las divisiones políticas. Ver la camiseta celeste y blanca en un escenario mundial representa no solo un equipo, sino además un símbolo de resiliencia y pasión para millones. En este caso, para nosotros se trata de un torneo muy especial, ya que se juega en el país en donde decidimos establecernos, trabajar y crecer.
Cuando El Suplemento salga a la calle este mes, habrá concluido la fase de grupos. Nosotros estaremos comentando las incidencias de los partidos detrás de una taza de café en la Asociación Argentina o en algún mercado o restaurante local, con compatriotas tan ilusionados como nosotros. Quien sabe lo que sucederá, pero poco nos gustaría más que nuestra próxima tapa lleve la foto de la Selección levantando la Copa otra vez. ¤