Una receta fácil de preparar con un toque crujiente.
Ingredientes • 1 cebolla • 4 dientes de ajo • Sal, pimienta y nuez moscada a gusto. • Aceite de oliva • 1 manojo de orégano fresco (30g) • 500 g de acelgas o cualquier hoja verde que tenga cocinadas y bien escurridas • 1 pimiento rojo asado, puede ser comprado queda rico igual • 6 hojas de pasta filo • 100 g de queso feta • 100 g de queso muzzarella
Preparación:
1. Pelar y cortar en rodajas finas la cebolla y el ajo.
2. Llevar a fuego medio una cacerola grande con dos cucharadas de aceite, agregar la cebolla y el ajo y cocinar por cinco minutos.
3. Agregar los morrones picados y las acelgas, revolviendo regularmente hasta que todos los jugos se hayan cocinado.
4. Sazone a gusto con sal, pimienta y nuez moscada. Deje enfriar.
Cocción
1. Precaliente el horno a 190C/375F.
2. Coloque tres hojas de filo una al lado de la otra sobre una superficie de trabajo aceitada, superponiéndolas y cepillando las superposiciones con agua para crear una hoja larga; luego frótelas ligeramente con aceite.
3. Coloque las hojas restantes encima de la misma manera para crear una doble capa.
4. Colocar los quesos en la mezcla de acelgas, y luego vierta uniformemente a lo largo del borde inferior.
5. Enrollarla en una serpiente larga (tenga confianza y no se preocupe si se rompe un poco, porque luego se cuece y se sostiene). Enróllela lenta y holgadamente como una rueda.
6. Deslice la preparación rápidamente y con cuidado sobre una bandeja para hornear ligeramente engrasada.
7. Hornee en la parte inferior del horno durante cincuenta minutos o hasta que estén doradas y crujientes. ¤
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El pingüino rey anida en las Islas Malvinas y Sándwich del sur, como así también en zonas costeras de Tierra del Fuego, y suele llegar hasta otros puntos de la costa patagónica.
Se dice que cierta vez Koonex, la anciana curandera de una tribu de tehuelches, no podía caminar más, ya que sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener.
Los guaraníes, poseedores de un rico lenguaje, tenían leyendas en las que intervenían sus muy humanas deidades y muchos recopiladores han reconstruido estos progenitores y hermosos relatos etiológicos.
Su grave voz de barítono era a la vez firme y dulce; le cantaba a los amores y a los campos, a los cerros y a los baguales, a las cabras y a los crespines, a los bombos y a las tormentas.
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